jueves, 2 de febrero de 2017

Del #RetoYSL2017, Tolkien, Valdivia e Ibargüengoitia

Corrían los últimos días de diciembre de 2016 y Luda (con su porrista oficial La Freudiana) me sonsacó para participar en el #RetoYSL2017 de YoSoyLector (la comunidad de lectores del Instituto Municipal de Arte y Cultura de Los Mochis... OK, suena mejor dejarlo en YoSoyLector). El reto consiste en leer cada mes un tipo de libro, a partir de una lista.


Para enero, como libro que hace mucho tenía ganas de leer, elegí El Silmarillion. He leído más de una vez El Hobbit y El Señor de los Anillos, pero nunca había leído la biblia tolkieniana y moría de ganas por hacerlo. Fue una decisión muy osada, no es un libro para un mes... es más, sospecho que me acompañará varios meses. Ya escribiré sobre él cuando termine de leerlo.


No conforme con la osadía de elegir a Tolkien para enero, ahora, para febrero, no elegí un libro sino dos. De acuerdo con la propuesta del #RetoYSL2017, en febrero toca leer un libro de un autor de tu estado o país. En sentido estricto, mi estado es Aguascalientes, pero ahora vivo en Guanajuato. Después de mucho pensarlo, elegí leer a Benjamín Valdivia, entre otras razones, porque se trata de un aguascalentense que vino a Guanajuato y ha concentrado en estos rumbos buena parte de su producción. Leeré El camino del fuego, un libro de ensayos sobre poesía guanajuatense. Elegí también a Jorge Ibargüengoitia, un guanajuatense. Concretamente, elegí Estas ruinas que ves, el libro en el cual -según dicen- Cuévano es Guanajuato.


Ya veremos cómo me va con el reto.

miércoles, 1 de febrero de 2017

Libros demasiado caros que podrías esperar a comprarlos cuando los revendan a mitad de precio

Ésta sí que es una triste historia. Los libros de estudios de internet y esas cosas bonitas, que son básicos para mi trabajo, suelen ser tan caros, pero tan caros, que la mayoría de las veces no puedo pagarlos. Éstos son tiempos especialmente complicados, porque los precios en dólares, euros o libras, son una grosería a la hora de convertirlos a pesos. El problema es que no siempre es opción esperar a que bajen de precio. En fin, que esto da para discutir sobre la economía del conocimiento: ¿por qué buena parte de las publicaciones científicas relevantes se concentran en países anglosajones y en editoriales muy caras?, ¿por qué, si muchas investigaciones son financiadas con fondos públicos, el acceso a los avances y/o resultados es privatizado por las editoriales grandotas? Da para mucho, ciertamente, pero tal tarea desborda los propósitos de este bonito blog... y, además, tengo sueño. Mientras son peras o manzanas, ¡vivan las bibliotecas universitarias que nos proveen de esos libros cuasi inalcanzables!, ¡vivan las bases de datos de acceso abierto y de acceso universitario!, ¡vivan los open journals!