jueves, 16 de junio de 2016

Libros que si tuvieras más vidas que vivir ciertamente los leerías también de buen grado pero por desgracia los días que tienes que vivir son los que son

I
Cuando leo algo y me encanta, siempre me propongo leer todo lo demás que ha escrito la misma persona y también los otros libros a los que cada libro lleva y demás. Nunca lo he logrado, pero me encantaría.

II
En cierta etapa de mi vida me dio por comprar libros como si tuviera tiempo para leerlos todos y espacio para guardarlos y dinero para pagarlos. Buena parte de esos libros están apilados, esperando su turno para ser leídos. Mea culpa.

III
A veces se me antoja leer a los clásicos, ir por etapas y por zonas, ir con calma. Desafortunadamente, el tiempo no da para todo, voy leyendo lo que puedo y como puedo, sin mayor orden y también -he de decirlo- sin mayor pretensión-.

miércoles, 30 de marzo de 2016

Ya leídos sin haber sido escritos

"Libros ya leídos sin necesidad siquiera de abrirlos pues pertenecen a la categoría de lo ya leído antes aún de haber sido escrito" es una categoría muy complicada. Llevo semanas dándole vueltas y no encuentro qué podría clasificar ahí.

Con mucho gusto pondría en esta lista algunos libros, como la saga ésa de 50 sombras de Grey que, por si estaban con pendiente, leí casi completa cuando una de mis alumnas hizo una investigación sobre el fanfic. Haberlos leído los deja fuera, pero tuve la sensación -cuando los leí- de que los había leído antes y, a la vez, tuve la sensación de que no había leído antes algo escrito con tantas limitaciones. Hace unos diez años, en un café, Axel me dijo que, de algún modo, todas las historias ya están contadas en una historia muy básica: "alguien busca algo". Lo que hace la diferencia es el modo de contarla. Él hablaba del cine, pero lo mismo podríamos decir de la literatura. Tal vez todas las historias ya están contadas, pero hay algunas que son contadas espléndidamente y otras que hacen que uno pierda la esperanza en la humanidad.

Quizás algunos libros académicos quepan aquí. Recuerdo a conocido investigador que dijo alguna vez en un seminario que, como está seguro de que nadie lee los textos completos, siempre pone títulos largos a los suyos, donde al menos se alcance a notar cuál era la propuesta. Esto podría llevarnos a otra discusión, sobre los usos y costumbres en la producción académica, pero no es asunto de este post.

Y he llegado por fin a los libros ya leídos sin necesidad siquiera de abrirlos: los informes de gobierno. Para nuestros ilustres políticos, todo está bien, todo va mejorando y sus administraciones son intachables. ¿Qué importa que para sostenerlo haya que maquillar cifras? ¿Qué importa que el mundo bonito de los informes no resista el contraste con la experiencia de millones de ciudadanos? ¿Quién vende pan frío? Quizás estos libros me hagan perder la esperanza, todavía más que las sagas chafitas, porque estas últimas no viven de mis impuestos.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Libros hechos para otros usos que la lectura

Siempre pensé que los "libros hechos para otros usos que la lectura" eran esas grandes colecciones de libros con pastas duras, condenados a decorar libreros sin ser jamás abiertos. Siempre, hasta que la vida me llevó a Vallarta (no sólo la vida, fueron Marcela y la UdeG) y conocí el trabajo de Javiera Pintocanales, una artista gráfica chilena, que trabaja el libro como objeto. Entre sus creaciones, hubo dos que llamaron mi atención: "Límite por precisar" -que es toda una reflexión política sobre el territorio- y "Del viaje, el vuelo" -un libro con alas-. No todos los libros son para leerse, algunos son para mirarse. De cualquier modo, todos son para pensar.

martes, 1 de marzo de 2016

Los libros no necesariamente son para leerse

Podría asegurar que en todas las casas hay libros que no se han leído y que no se leerán. Podrán abrirse, ser hojeados, pero nunca nadie comenzará la primera línea y lo regresará a su lugar hasta llegar a la última palabra. Hay libros que no fueron hechos para leerse, que son un ornato. Casi siempre regalos de los que uno no se desprende por cierto pudor.

Los gobiernos suelen imprimir libros de gran formato, con papel de buena calidad y fotografías a color cuyo fin es dejar un "legado a la humanidad", pero que sólo ocupan espacio, llenan el vacío con lo insípido de su contenido, pero visten, le dan un toque al librero. A veces también sirven, por su volumen y peso como aquellos que en un extremo permiten mantener en pie a los que sí han sido, o serán leídos. Pobres libros, su belleza los condena al olvido.

Hay otros que son imprescindibles en todo librero. Esos grandes clásicos que no le pueden faltar a ningún lector, El Quijote, Ulises, El Leviatán, El Espíritu de las Leyes, en fin. Libros que presumen de cultura y cierta educación pero que rara vez son leídos. La culpa no es de libros, sino de sus autores o la época de los autores. Así que no son impresos para ser leídos, sino para retratar a su dueño.

Finalmente, cuando escribía esta entrada leía (no al mismo tiempo, aunque suene así) Hombres buenos de Arturo Pérez-Reverte, estas líneas lo son todo:

Una biblioteca no es algo para leer, sino una compañía [...] Un remedio y un consuelo.